La Psicología Social se inicia a imponer como
disciplina autónoma a inicios del Novecientos, y se basa prevalentemente en el
modelo científico positivista y su enfoque sustancialmente individualista. Los
dos elementos guiarán los desarrollos por diversos años y se discutirán, por
minorías al inicio, y a partir de los años 70 por críticas mayoritarias. Por lo
tanto, una reconstrucción del camino histórico de la disciplina, de los modelos
teóricos y metodológicos y de los principales resultados obtenidos, no pueden
dejarse de lado como referencias y orientamientos. Sin duda el descubrimiento de las leyes
reguladoras de la evolución de las especies y la obra de Charles Darwin,
constituye uno de los momentos significativos del desarrollo del pensamiento
positivista y resulta uno de los principales puntos de estudio en la historia
del pensamiento humano.
Es comprensible entonces que, aún en el ámbito de las
nacientes disciplinas psicológicas se haga camino la idea que las
características psicológicas y las tendencias
comportamentales, así como
las características morfológicas y fisiológicas, fuesen el resultado de
una selección de tipo adaptativo y pudieran explicarse en referencia a su
utilidad en llave evolutiva. Esto
resulta en manera directa con el desarrollo de una serie de teorías instintualistas según las cuales, la
casi totalidad de comportamientos, aún los más complejos, podrían ser
reconducidos a una dotación biológica o fruto de un largo recorrido evolutivo;
y de manera indirecta, a través de una influencia más o menos explícita sobre
casi todos los otros sistemas teóricos; desde el psicoanálisis al
comportamentalismo o al mismo cognitivismo.
Quizás el signo evidente mayor de la importancia que
la impostación instintualista tiene en los albores de la Psicología Social es
el hecho de que se apoye en dos textos considerados como fundadores de la nueva
disciplina. Los mismos fueron publicados en 1908, uno por William McDougall y
el otro por Edward Ross. Sobre la línea de trabajo de ellos, Trotter (1916)
interpretó la tendencia social de los seres humanos y su disponibilidad a
seguir acciones y opiniones de los otros a la luz de un “instinto de manada” que se habría desarrollado en los seres
humanos como en otros animales, por ser útil en su supervivencia.
Así como para explicar el comportamiento individual,
los principios evolucionistas fueron largamente utilizados para responder
algunas preguntas urgentes, que venían formuladas a la naciente Psicología
Social. La teoría de las razas con las posiciones de Francis Galton (1869) o
Ludwig Gumplowicz (1883) y la idea que la herencia de los caracteres
psicológicos tuvieran consecuencias como la tendencia
a una homogeneidad psicológica de los grandes grupos humanos, distintos
sobre bases biológicas pero que tales grupos se podrían clasificar en función
de un mayor o menor progreso evolutivo; constituye una de las respuestas
primarias.
Herbert Spencer (1882) o William Sumner (1906),
transferían a la sociedad los principios del evolucionismo, interpretando la
lucha de los grupos sociales como una lucha por la supervivencia y las
modalidades de interacciones prevalentes como el resultado, necesariamente
positivo, del largo proceso de evolución de la sociedad.
Luego de un período de
gran fortuna, los estudios se enmarcan en el olvido debido al temor de
las posibles consecuencias sobre planos éticos y sociopolíticos. En particular,
se esgrimía que pudieran ofrecer sostén a la discriminación o más terriblemente
al genocidio, como de hecho lamentable aconteciera en los años del nazismo. Una vez alcanzada la concientización de la
necesidad de mantener el juicio sociopolítico separado del científico y, sobre
la base de los considerables desarrollos de las disciplinas, se asiste a
re-prender las explicaciones en una clave evolucionista de los fenómenos
psicosociales (Hinde,1974).
De como el individuo es influenciado por la cultura y
la historia y al mismo tiempo, contribuye (como sistema) a su creación, es
concebido como Psicología Cultural, una relación entre mente y cultura. La
cultura es un concepto complejo que se refiere a todo aquello en lo cual son
hechas las experiencias y los lenguajes cotidianos (Smorti,2003); y lo que los
seres humanos aprenden, construyen y modifican. Cada cultura es única en su
riqueza y diversidad. Los significados y las funciones del comportamiento
varían de cultura a cultura. La palabra “cultura”
ha adquirido nuevos significados en función de la “multiculturalidad” que caracteriza a la sociedad contemporánea. Las
varias partes de una cultura forman un todo unificado y son interdependientes,
en el sentido que cualquier cambio en un área, determina un cambio en las
otras. Smorti (2003) sugiere que el más alto número de interconexiones entre un
lado y otro del planeta, favorece la hipótesis de la existencia de un “pueblo
global”.
Cada individuo nace en un ambiente cultural
determinado y esta cultura muy pronto entra a formar parte de su mente. Los
individuos que pertenecen a una misma cultura, comparten los modelos de
percepción, acción y evaluación de comportamientos. La sociedad es formada por
un conjunto de individuos que comparten y transmiten a las generaciones
sucesivas, comportamientos y modelos comportamentales. Sin embargo, la cultura
es un proceso de transformación del mundo, a través del uso de instrumentos
cognitivos, mentales, emotivos , sociales y relacionales.